“No sucedía esto cuando teníamos un rey”. Una frase que resume de forma inmejorable el sufrimiento del hombre corriente, en este caso indígenas chilenos, tras la ruptura de la Hispanidad.

Charles Darwin en Chile

“Tan malo es el camino que conduce a Cucao, que nos decidimos a embarcarnos en una piragua. Ordena el comandante a seis indios que se preparen para transportarnos al otro lado del lago, sin dignarse decirles si se les pagaría por su trabajo. La piragua es una embarcación muy primitiva y rara, pero su tripulación lo es mucho más; dudó que se haya reunido jamás en un mismo barco seis hombrecillos más feos. Declaro ingenuamente y con gusto que reman muy bien y con mucho ardor. El jefe de la tripulación balbucea siempre en indio; no para de lanzar gritos extraños, muy parecidos a los de los porqueros que animan a los Ordos a caminar (…) A uno y otro lado del lago se extiende el bosque sin interrupción: Con nosotros habían embarcado una vaca. Hacer entrar un animal tan grande en una embarcación tan pequeña parece a primera vista empresa difícil; y, sin embargo, hay que confesarlo, los indios la realizan en un minuto. Acerca la vaca al borde de la piragua, le colocan bajo el vientre dos ramas, cuyos extremos se apoyan en el borde; con estas palancas, derriban al animal con la cabeza hacia abajo y las patas en alto en la canoa, y allí la sujetan con cuerdas….”

“El distrito de Cucao es el único punto habitado de toda la costa occidental de Chiloé. Tiene treinta o cuarenta familias indias diseminadas en cuatro o cinco millas de costa. Estas familias están tan separadas del resto de la isla, que apenas tienen comercio; sólo venden un poco de aceite de foca. Los indios fabrican por sí mismos sus trajes y van bien vestidos; tienen alimentos en abundancia, y, sin embargo, no parece que están satisfechos. Son tan humildes cómo es posible serlo, sentimiento que proviene, creo, en gran parte de la, dureza y aun brutalidad de las autoridades locales. Nuestros acompañantes, muy atentos con nosotros, trataban a los indios como esclavos, no como hombres. Les mandaban traer provisiones y entregarnos sus caballos sin dignarse a decirles lo que se les pagaría y ni siquiera si se les pagaría habiéndonos quedado solos una mañana con uno de estos pobres hombres, no tardamos en hacer amistad, dándoles cigarrillos y mate. Se repartieron con mucha igualdad un terrón de azúcar y lo saborearon con la mayor curiosidad Después nos expusieron sus numerosos motivos de queja, acabando por decirnos: «Nos tratan así porque somos unos pobres indios ignorantes; no sucedía esto cuando teníamos un rey».

Fuente: “Viaje de un naturalista alrededor del mundo” publicado en 1839

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