5 Consideraciones sobre la vacuna del COVID-19  

Resumen del documento  

Este documento ha sido escrito con la finalidad de concienciar a la población de la  importancia de informarse correctamente antes de tomar la decisión de vacunarse o no.  

A fecha de hoy, apreciamos 5 certezas en relación a la vacuna de la Covid-19. Son las  siguientes:  

1. Los gobiernos de los principales países del mundo han decidido vacunar a toda  la población con unas vacunas que utilizan tecnologías relativamente nuevas y  no suficientemente probadas.  

2. Aunque han dicho que no van a obligar a nadie a vacunarse, en la práctica lo  harán, puesto que el que se niegue a vacunarse quedará estigmatizado, no  pudiendo llevar una vida normal. Están haciendo con la vacuna de la Covid-19  una excepción al principio de la libertad individual.  

3. Nos mienten cuando nos dicen que las vacunas son seguras a medio y largo  plazo porque no lo saben, dado que no se han utilizado masivamente ni ha  pasado el tiempo suficiente para comprobar que no producen efectos negativos  graves en el organismo. Están permitiendo que los laboratorios farmacéuticos  experimenten sus vacunas con millones de personas.  

4. Los gobiernos están haciendo con la vacuna de la Covid-19 una clara excepción  a las políticas de prudencia que aplican para todos los medicamentos y  tratamientos médicos. Han aprobado las vacunas sin conocer los riesgos que  pueden entrañar para la salud de las personas a medio y largo plazo, y las  quieren aplicar indiscriminadamente a toda la población, incluyendo las personas  para las que la enfermedad apenas entraña riesgo, como es el caso de los niños  y jóvenes sanos.  

5. Hay enormes intereses económicos tras la vacuna de la Covid-19. Los políticos  son quienes han tomado la decisión de vacunar a toda la población del mundo.  Su historial de corrupción generalizada en los principales países nos hace  desconfiar de los verdaderos intereses que pueden ocultarse tras esta decisión.  El hecho de que apenas se sepa nada del origen del virus sólo acrecienta la  desconfianza de los ciudadanos. Tampoco contribuye a generar confianza la  exoneración de responsabilidad de los laboratorios por parte de los gobiernos en  caso de efectos graves en la salud. Los políticos pretenden que nos vacunemos  con nuestro propio dinero; y que si sufrimos daños graves por la vacuna, nos  indemnicemos a nosotros mismos. Un principio básico de prudencia obliga a  contemplar como posible el que existan oscuros intereses tras la sorprendente  decisión de vacunar a toda la población mundial. 

 

Texto completo del documento  

Muchas cosas han ocurrido desde la aparición a comienzos de 2020 de la pandemia de  la Covid-19. Los ciudadanos estamos viviendo con miedo, con un recorte de libertades  sin precedentes y con una enorme desinformación. El tiempo dirá si esto último es  consecuencia de que realmente nadie tiene la información que pedimos o de que se  está deliberadamente manteniendo desinformada a la sociedad. Como ahora  expondremos, el escenario de desconocimiento está fuera de toda duda y el de  ocultación de información es una posibilidad real. En cualquier caso, ambos escenarios  son muy peligrosos porque pueden llevar a tomar la mala decisión en una materia que  es muy delicada.  

Este documento se ha escrito con el objetivo de poner un poco de luz en un asunto  importante y de actualidad: la vacunación contra la Covid-19.  

La situación actual es la siguiente: los gobiernos de los principales países del mundo  han decidido vacunar a toda la población con unas vacunas que son, en su mayor parte,  de tecnologías relativamente nuevas y no suficientemente probadas. Esta es la primera  verdad.  

En el momento actual, aunque esto podría cambiar a peor en poco tiempo, los gobiernos  dicen que la vacuna no va a ser obligatoria, pero, sin embargo, ya han dicho que se  penalizará a quienes decidan no vacunarse, puesto que no podrán viajar en medios de  transporte públicos, asistir a congresos, ir a la universidad o incluso trabajar. Por tanto,  en la práctica, los gobiernos pretenden obligar a los ciudadanos a que se vacunen. Esto  choca frontalmente con el principio de libertad individual que es esencial en los países  occidentales y que es la base sobre la que se sustenta, por ejemplo, la aprobación por  esos mismos gobiernos de las leyes de eutanasia y del aborto. Es decir, conceden al  ciudadano el derecho a suicidarse basándose en que él decide sobre su cuerpo, a la  mujer el derecho a acabar con la vida de su hijo durante la gestación con el mismo  argumento (ambas acciones producen consecuencias fatales e irreversibles), pero no el  derecho del ciudadano a contraer una enfermedad como la Covid-19 que en la mayoría  de los casos ni siquiera llega a ser grave. Esta es la segunda verdad.  

Muchos ciudadanos tenemos serias dudas sobre si vacunarse es una buena decisión,  teniendo en cuenta los posibles beneficios de la vacuna y los riesgos que entraña. La  decisión de vacunarse o no es muy importante para las personas puesto que la vacuna  podría tener graves efectos sobre su salud, como luego expondremos. Los ciudadanos  tenemos derecho a tomar la decisión con toda la información existente y esto implica  que los gobiernos nos aporten la información que conocen y también que reconozcan  honestamente qué parte de la información desconocen. Ninguna de estas dos cosas  está ocurriendo, como ahora veremos.  

Antes de nada, unos números para poner el asunto en su contexto.  

La población mundial es de unos 7.700 millones de personas. No nos han dicho durante  cuántos años pretenden vacunarnos, pero ya se está hablando de varios, hasta  conseguir que el virus desaparezca, dado que la inmunidad dura poco tiempo.  Considerando dos dosis por persona en la primera fase y tres años de vacunación, son  seis dosis por persona, es decir, un mercado potencial de 46.200 millones de dosis. El  precio de la vacuna depende del fabricante. Suponiendo un precio medio de 20 euros  por dosis, la “tarta” para las compañías farmacéuticas va a ser descomunal: más de  900.000 millones de euros, que pagaremos los ciudadanos. ¿Cuánto dinero es esto?  Una cifra con tantos ceros es difícil de entender… Para compararla con algo tangible, el 

PIB anual de España es de 1.200.000 millones de euros. Es decir, las compañías  farmacéuticas quieren crear y repartirse un pastel equivalente a lo que los 47 millones  de habitantes de España y todas sus empresas producen en 9 meses. Este cálculo  seguramente se quedará corto, porque bien puede ocurrir que nos quieran vacunar  durante más años, que aparezca una mutación del virus para la cual esta vacuna no  proteja, o que aparezca un virus completamente distinto. En todos estos casos, la  historia se repetiría: confinamiento de la población, miedo, desánimo y la solución  “milagrosa” de los gobiernos: vacuna para todos.  

Hay unos 30 laboratorios farmacéuticos en el mundo que han puesto en el mercado  vacunas contra la Covid-19 o lo harán en los próximos meses. Los principales son Pfizer,  Moderna y AstraZeneca. Los dos primeros utilizan la tecnología del ARN mensajero. El  tercero parte de una versión atenuada del virus que causa el resfriado común de los  chimpancés, que se altera con un gen de una proteína del Covid-19 para provocar la  respuesta inmune del organismo contra este virus.  

En China, un consorcio de laboratorios también ha desarrollado una vacuna, en este  caso basada en el virus del propio Covid-19 debilitado, para vacunar masivamente a su  población. En cuanto a Rusia, la vacuna que ha desarrollado, llamada Sputnik V, utiliza  la tecnología de vectores no replicantes, que consiste en inocular el virus de la gripe  común modificado genéticamente, que no puede en teoría reproducirse en el cuerpo  humano, al que se agrega una parte de la proteína del Covid-19 con el fin de que el  organismo genere los anticuerpos contra este virus. 

La mayor parte de los países occidentales van a utilizar vacunas con la tecnología del  ARN mensajero, que es relativamente reciente. Consiste en inocular un material  genético creado artificialmente en laboratorio que lleva las instrucciones para que  nuestras células creen una porción, en teoría inocua, de una proteína que se haya en la  superficie del virus del Covid-19, de modo que el organismo reaccione generando  anticuerpos contra esa proteína y, por tanto, contra ese virus. La ventaja de esta  tecnología respecto a las que están basadas en virus existentes modificados o  atenuados es la facilidad de producción masiva, de modo que en un corto espacio de  tiempo se pueden producir grandes cantidades de dosis. Sin embargo, plantea dos  enormes problemas: no se ha probado nunca masivamente y no ha pasado el tiempo  suficiente para saber si es segura a largo plazo. Nos están diciendo que esta tecnología  es segura a medio y largo plazo, pero esto es algo que nadie puede garantizar, por la  sencilla razón de que no ha pasado el tiempo necesario para saber si produce efectos  negativos en la salud de los vacunados. La realidad es que se desconocen los posibles  efectos adversos que las vacunas de esta tecnología pueden llegar a causar. El riesgo  de que la vacuna afecte de algún modo a la persona a nivel genético existe y nadie  puede asegurar lo contrario. En otras palabras, están experimentando con cientos de  millones de personas. Esta es la tercera verdad.  

En todo lo que afecta a la salud, las políticas de los gobiernos se basan siempre en el  principio de prudencia y en el riguroso análisis de riesgo-beneficio. Antes de aprobar un  medicamento para que salga al mercado, debe pasar por un riguroso proceso para  validar su eficacia y su seguridad. Y, por otra parte, cuando se trata de medicamentos  que pueden causar daños si se utilizan de manera incorrecta o por parte de personas  para las que no están indicados, deben ser prescritos por un médico, de modo que sin  la receta no se pueden comprar en la farmacia. Sorprende mucho que nada de esto se  esté haciendo con la vacuna del Covid-19. Desde la aparición del virus hasta la puesta  en el mercado de las primeras vacunas, han pasado tan sólo 9 meses, cuando  habitualmente el proceso de aprobación de las vacunas dura 10 años. Y, por otra parte, 

se quiere administrar la vacuna de modo indiscriminado a la totalidad de la población,  cuando se sabe que el Covid-19 afecta de modo muy diferente a las personas según su  edad, condición y estado de salud. Por ejemplo, sabemos que el riesgo de que un niño  sano contagiado de Covid-19 fallezca es extremadamente bajo. En la mayoría de los  casos, la enfermedad en niños es asintomática o con leves síntomas. Sin embargo, los  gobiernos han decidido vacunar a nuestros hijos, sin saber si hay riesgo de que la  vacuna les cause en el futuro enfermedades potencialmente mucho más graves que el  propio Covid-19. ¿Por qué? Deberían dar una explicación. Los gobiernos están  haciendo una excepción con la vacuna de la Covid-19, no aplicando las políticas de  prudencia que aplican para todos los medicamentos y tratamientos médicos. Esta es la  cuarta verdad.  

Sabemos que vivimos en un mundo dominado por el dinero. Mucha gente es capaz de  hacer lo que sea por dinero. La aparición del virus del Covid-19 en China plantea muchas  preguntas todavía sin responder, lo que no hace sino alimentar la desconfianza de los  ciudadanos. Los principales laboratorios han conseguido firmar acuerdos con los  gobiernos que les garantizan que quedarán eximidos de responsabilidad en caso de  reclamaciones por parte de quienes sean vacunados y enfermen gravemente o  fallezcan, de modo que serán los gobiernos quienes asumirán la responsabilidad. Esto  en la práctica significa algo surrealista: quieren obligar a los ciudadanos a vacunarse  con su propio dinero y que se indemnicen a sí mismos si sufren daños graves y los  tribunales dictan sentencias a su favor. Los políticos han decidido vacunar masivamente  a toda la población, pero no sabemos si han podido ser sobornados por las compañías  farmacéuticas con dinero y con la recompensa electoral de quedar ante los ciudadanos  como quienes han acabado con la pandemia. Es razonable contemplar esta posibilidad,  teniendo en cuenta la cantidad de casos de corrupción de políticos en las últimas  décadas en prácticamente todos los países del mundo. La realidad es que no sabemos  lo que hay detrás de la aparición del virus, de la aprobación tan rápida de la vacuna y  de la decisión de los gobiernos de vacunar a toda la humanidad. Esta es la quinta  verdad.  

En resumen, las únicas certezas que los ciudadanos tenemos a fecha de hoy son las  siguientes:  

1. Los gobiernos de los principales países del mundo han decidido vacunar a  toda la población con unas vacunas que son de tecnologías relativamente  nuevas y no suficientemente probadas.  

2. Aunque dicen que no van a obligar a nadie a vacunarse, en la práctica lo  harán, puesto que el que se niegue a vacunarse quedará estigmatizado  socialmente, no pudiendo llevar una vida normal. Están haciendo con la  vacuna de la Covid-19 una excepción al principio sagrado en occidente de la  libertad individual.  

3. Nos están mintiendo cuando nos dicen que las vacunas son seguras a medio  y largo plazo, porque sencillamente no lo saben. La realidad es que están  permitiendo que los laboratorios farmacéuticos experimenten no con  cobayas sino con millones de personas.  

4. Están haciendo con las vacunas del Covid-19 una clara excepción a las  políticas de prudencia que aplican para todos los medicamentos y  tratamientos médicos. Han aprobado las vacunas sin conocer los riesgos que  pueden entrañar para la salud de las personas a medio y largo plazo y las  quieren aplicar indiscriminadamente a toda la población, incluyendo a las personas para las que la enfermedad apenas entraña riesgo, como es el caso  de los niños y jóvenes sanos.  

5. Hay enormes intereses económicos tras la vacuna del Covid-19. Los que han  decidido vacunarnos a todos los ciudadanos, con nuestro propio dinero, son  los políticos, los mismos que en todo el mundo han estado implicados en  infinidad de casos de corrupción en las últimas décadas. Los gobiernos han  decidido liberar a los laboratorios de responsabilidad en caso de  reclamaciones por parte de los ciudadanos que sean vacunados y enfermen  gravemente o fallezcan. En la práctica, esto significa que si un juez dictamina  una indemnización, el dinero para pagarla saldrá de las arcas públicas, es  decir, que serán los ciudadanos quienes se indemnizarán a sí mismos. Para  terminar de complicar el panorama, sabemos muy poco del origen del virus.  Ante esta situación, los ciudadanos tenemos todo el derecho a contemplar  como una posibilidad verosímil que tras la decisión de vacunar a toda la  población del mundo no esté el interés general sino intereses económicos de  las compañías farmacéuticas y de los propios políticos.  

Como ciudadano libre y responsable, cada cual tendrá que tomar en breve una de las  decisiones más importantes de su vida: vacunarse o no hacerlo.  

Los ciudadanos tenemos derecho a exigir la información que necesitamos para tomar  una decisión en esta importantísima cuestión, que tanto puede afectarnos en el futuro.  

La decisión de vacunarse o no es individual y para tomarla, es imprescindible contar con  la información relevante conocida, saber claramente qué información se desconoce a  fecha de hoy y, sobre todo, no dejarse engañar. Concienciar a la gente sobre esto ha  sido el objetivo de este documento.  

Si estás de acuerdo con el contenido de este documento, te pedimos lo reenvíes  a tus familiares, amistades y conocidos.

F.J. Lasunción

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