Pese a lo que la leyenda negra repite constantemente, la llegada de los españoles al continente americano supuso su pacificación. Los 300 años de gobierno español destacan por ser un larguísimo periodo de paz y estabilidad interna, apenas alterado por muy ocasionales revueltas. Pero no sólo eso, aunque sin duda la imposición del dominio español estuvo basada en el uso de la fuerza, la llegada de los españoles y la implantación de sus usos y leyes basados en la cosmovisión cristiana supuso no sólo acabar con prácticas como el canibalismo, el infanticidio o los sacrificios humanos rituales, sino también un descenso enorme en los niveles de violencia. El ejemplo que describimos a continuación, es prueba de ello.

Huáscar

Uno de los episodios más sangrientos de la guerra entre Huáscar y Atahualpa ocurrió en el norte del Tahuantinsuyo, en tierra de los cañaris.
Era 1530 aproximadamente cuando Huáscar cayó derrotado ante Atahualpa y unos temerosos cañaris sabían que esa victoria significaría su sufrimiento.
Ante el temor de la venganza de Atahualpa por haber apoyado a Huáscar, los cañaris abandonaron Tomebamba, su preciada ciudad, a fin de refugiarse en un lugar llamado Yacuviñay. Los pocos que se quedaron trataron de hacer las paces con Atahualpa.
En su intento de salvarse de la ira del “Inca”, los cañaris restantes enviaron a muchísimos niños cargados con ramos de flores como signo de paz a recibir a Atahualpa. Tenían la esperanza que el Inca se apiadara y olvidara los rencores del pasado para gobernar su nuevo imperio.
Atahualpa no tan sólo ordenó asesinar a todos estos niños, sino que también asesinó a casi todos los hombres de Tomebamba, llegando a tal extremo de asesinar a sangre fría incluso a las mujeres embarazadas. Tomebamba fue saqueada y destruida en el acto.
Los poquísimos supervivientes huyeron a Yacuviñay, pero la masacre ya se había consumado. Casi 50.000 cañaris perecieron sólo en Tomebamba. La matanza fue de tal envergadura que cuando Cieza de León fue a Yacuviñay constató que las mujeres eran quince veces más que los hombres.
Esto dejaría una herida tan abierta en los cañaris que posteriormente se convertirían en los primeros aliados de los españoles en la conquista del Tahuantinsuyo, presenciando en primera fila la captura y ejecución de Atahualpa.

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