La historia de las naciones de la Hispanidad es poco conocida entre nuestros conciudadanos. En este artículo queremos hacer un resumen de la triste historia de Panamá, un país nacido por y para Estados Unidos, un estado creado por la voluntad de Estados Unidos y para beneficio de Estados Unidos.

Panamá, un país títere creado por Estados Unidos

La geopolítica está frecuentemente detrás de los grandes sucesos de la historia de la humanidad; los recursos naturales, el clima, las áreas de oportunidad económica… son cuestiones que tendrán importancia capital mientras la humanidad exista.

Uno de los grandes perdedores de la geopolítica mundial en los últimos 200 años es Centroamérica. Centroamérica, que una vez formó parte de la Unidad Hispana bajo la corona española, como parte de sus virreinatos o capitanías generales, hoy se ve reducida a un cúmulo de diminutos estados incapaces de sustentar su propio desarrollo, que destacan por su pobreza y altos niveles de violencia, completamente supeditados a los intereses económicos extranjeros.

Tal es el caso de Panamá, país centroamericano que, aún cuando destaca frente a sus vecinos por gozar de cierta estabilidad social y prosperidad relativas, ha vivido toda su existencia bajo una falsa independencia, estando plenamente sometido a la voluntad de Estados Unidos.

Territorio descubierto por un sevillano

Panamá, al igual que otros países al sur de México, era un territorio en el que no habían florecido grandes civilizaciones como la inca o la mexica. Sus pobladores no habían desarrollado construcciones colosales, su economía era sencilla, incluso sus viviendas eran primitivas comparadas con la arquitectura esplendorosa de otras civilizaciones precolombinas contemporáneas. Los pueblos chibchenses que habitaban la región tenían características físicas  y lenguajes distintos, por lo que en realidad no se constituían como una sola sociedad. Los diversos pueblos comerciaban entre sí, haciendo uso del trueque.

El sevillano, Rodrigo Galván de Bastidas, fue el primer occidental en llegar al territorio, pero fue Vasco Núñez de Balboa quien en 1510 fundó la primera ciudad,  Santa María La Antigua del Darién, localizada entre los actuales territorios de Colombia y Panamá. 

Vasco Núñez de Balboa

Como era uso en el periodo inicial de la conquista, poco tiempo después tras la constitución de una ciudad y por especial encargo de la Corona, se fundó en Santa María la Antigua una casa de moneda, un hospital que contaba con 50 camas, y la Catedral. De hecho, esta región fue el lugar donde se acogió a la primera sede episcopal de todo el continente. También en esta ciudad se instituyó el primer “cabildo abierto”, modelo de gobierno que ampliaba la participación a los vecinos y que funcionó con gran éxito en muchas ocasiones durante el periodo virreinal. Sin embargo, esta ciudad fue asolada por distintos desastres, y a pesar de los esfuerzos por preservarla, poco a poco fue quedando deshabitada. Para el año de 1524 sólo quedaban 3 personas. 

Ya por entonces Vasco Nuñez de Balboa percibió que en Panamá se encontraba el istmo más estrecho para conectar a los dos océanos. Tiempo después una potencia mundial pondría sus ojos sobre ese tema, que geopolíticamente es de enorme relevancia.

Pocos años después de Santa María la Antigua, en 1519, Pedro Arias Dávila. fundó la Ciudad de Panamá. Este territorio serviría posteriormente como punto de partida para las exploraciones y conquista del Perú. Tomó especial relevancia para el devenir del imperio, así que Carlos V le concedió el título de Ciudad y un escudo de armas en 1521. Hoy sigue siendo la capital del país.

Gran ruptura de la Hispanidad e incorporación a Colombia, en el siglo XIX

Desde entonces y durante tres siglos el territorio de Panamá formó parte de la corona española, disfrutando de estabilidad, orden basado en el derecho y un desarrollo económico similar al de otros territorios del virreinato de Nueva Granada del que formaba parte.

Como es de sobre conocido, en el siglo XIX, debido a la conjunción perniciosa del incansable acoso inglés y de la agresión salvaje de la Francia napoleónica, se produjo la ruptura de la unidad de la Hispanidad. La influencia de la masonería inglesa y de las ideas revolucionarias francesas consiguieron que una minoría criolla liderara un proceso de ruptura que aprovechaba la debilidad de la corona y por ende, la debilidad del estado. Como resultado, la mayor parte de los territorios hispanoamericanos abandonaron la unidad primigenia, para aventurarse en una utópica independencia.

La relevancia del territorio panameño no pasaba desapercibida  para los estrategas de las naciones rivales, en especial Gran Bretaña. Francisco de Miranda, masón anglófilo que había pasado varios años en Londres reuniendo en torno a sí a militares masones hispanos proclives a la secesión,  preparó varios planes para conseguir la independencia de Panamá, apoyado siempre por sus patrocinadores del Imperio Británico. 

En 1814 y en 1819 dos expediciones foráneas buscan independizar Panamá de la Corona española. No lo consiguen gracias a la intervención del gobernador Alejandro Hore y el Batallón Cataluña.

En 1821, Simón Bolivar, masón cooptado por Miranda, consigue su sueño y se forma la Gran Colombia: Panamá decide unirse voluntariamente a los actuales territorios de Ecuador, Venezuela y Colombia. Pero el proyecto de la Gran Colombia durará apenas unos años, desaparecerá en 1830 tras la separación de Venezuela y Ecuador y su constitución como nuevos estados independientes. Panamá pasará a formar parte de la República de Nueva Granada, que más tarde, en 1863 se llamará República de Colombia.

Como era de esperar, el acoso por parte del mundo anglosajón no tardaría en llegar, esta vez por parte de los Estados Unidos. En 1846 la república de la Nueva Granada firma con Estados Unidos  el Tratado Mallarino-Bidlak, por el cual el gobierno de Nueva Granada garantiza al gobierno de los Estados Unidos el derecho de tránsito a través del istmo de Panamá, por cualquier medio de comunicación que exista, para los ciudadanos, funcionarios (entiéndase militares) o mercancías. Se acepta no cobrar impuesto alguno por este tránsito de personas o mercancías. Increible, un desatino, un tratado desigual, sin beneficio alguno para la Nueva Granada / Colombia y cuya firma es difícil de entender (¿corrupción? ¿incapacidad? ¿ambas?). En consecuencia, los estadounidenses comienzan a controlar todo el comercio, la banca y la navegación en el territorio. La presencia de los estadounidenses propició la publicación de periódicos en inglés en los que incluso se llegaba a fomentar el racismo hacia los nativos. Las zonas agrarias fueron dominadas por la United Fruit Company, empresa que mantuvo el monopolio del café y del plátano en el área. Conviene recordar que es precisamente esta empresa la que dió origen al término “república bananera”, como referencia a los países tropicales productores de plátanos que eran dependientes casi en exclusiva de los ingresos por la explotación de monocultivos agrarios por parte de empresas estadounidenses. El término describe a países  empobrecidos, principalmente monoproductores, con instituciones gubernamentales corruptas y plenamente subordinadas al mundo anglosajón. 

El canal, objeto de deseo

El valor geoestratégico del istmo se incrementa exponencialmente cuando se pone de manifiesto que la creación del canal puede ser una realidad, tras la inauguración del canal de Suez en 1869. El control de Panamá cobra entonces tremenda relevancia para facilitar el comercio interoceánico y se hace imprescindible para dominar el Caribe.

En 1880 se inician las obras para la construcción del canal a cargo del francés Lesseps, que había desarrollado con éxito el canal de Suez, respaldado por el gobierno francés. Sin embargo, una serie de negligencias llevan a la empresa a la bancarrota. Estados Unidos pronto pone la mira sobre la obra inconclusa. Especuladores financieros como William Nelson Cromwell se dan cuenta de los beneficios comerciales y militares que implica tener el control sobre el istmo. El ingeniero francés Philipe-Jean Bunau-Varilla, que había trabajado a las órdenes de Lesseps en la construcción, se obsesiona con conseguirlo y hace lobby incansablemente junto con Cromwell frente al gobierno Estadounidense para que apoye un nuevo proyecto de construcción. Pero no sólo eso, consigue que Theodore Roosevelt, presidente entonces de EEUU apoye la secesión de Panamá de Colombia, a la vista de las enormes ganancias económicas que aportará el canal. El francés secretamente conspira para obtener la total independencia: Bunau-Varilla prepara una constitución para Panamá, e incluso se toma el atrevimiento de diseñar una bandera para la futura nación. 

Phillipe Jean Bunau-Varilla

Tras varias intentonas militares fracasadas financiadas por los norteamericanos, finalmente, Panamá se separa de Colombia en 1903. A pesar de los avisos públicos del presidente Roosevelt y de sus declaraciones sobre ampliar la doctrina Monroe y de afirmar que Estados Unidos tenía “poder policial” sobre sus vecinos, los esfuerzos de la República de Colombia fueron incapaces de preservar su territorio, y no pudieron hacer frente los marinos estadounidenses que llegaron a apoyar las revueltas que ellos mismos habían impulsado. Nacía así un estado títere, un estado minúsculo, indefenso, plenamente al servicio de los Estados Unidos. 

 Inmediatamente tras la secesión, Estados Unidos obtiene una victoria comercial y  geopolítica completa: consigue que pocos días después de la independencia se firme el Tratado Hay-Bunau-Varilla por el cual se cede a Estados Unidos a perpetuidad de los derechos de explotación del futuro canal. ¡A perpetuidad! Entre otras cosas, se cedían los derechos sobre una franja de territorio de 10 millas de ancho, así como varias islas. 

Se procedió a la construcción del canal, para lo cual se necesitaron 75 mil obreros, de los cuales 30 mil perdieron la vida, debido a los derrumbes, fiebres y otras enfermedades. En el momento de la inauguración en 1914, el entonces presidente Woodrow Wilson propuso una indemnización de 25 millones de dólares para el gobierno colombiano, por haber ocupado el canal. El Senado estadounidense rechazó tajantemente la propuesta, negándose a aceptar cualquier culpa.

Las consecuencias del infausto tratado Hay-Bunau-Varilla alcanzaron hasta final del siglo XX: en 1964 las manifestaciones en contra de la injusticia de este tratado dejaron 22 muertos debido a la represión policial (el llamado “día de los mártires”). Como consecuencia de estos desórdenes y de la flagrante injusticia del tratado, el presidente Carter se avino a ceder en sus pretensiones: firmó el tratado Torrijos-Carter (1977), por el que se renunciaba a los derechos a perpetuidad y se acordaba que Panamá recuperaría la soberanía sobre el canal el 1 de enero del año 2000. Es decir, se ponía fin a casi un siglo de pleno disfrute y beneficio del canal para los Estados Unidos. Pero la influencia norteamericana seguiría dejándose notar: incluso hoy día, EEUU es el garante de la seguridad militar del canal, y los barcos estadounidenses tienen prioridad de paso. A buen entendedor…

Para la construcción del canal se necesitaron 75 mil obreros, de los cuales 30 mil perdieron la vida, por los derrumbes, fiebres y otras enfermedades. En el momento de la inauguración en 1914, el entonces presidente Woodrow Wilson propuso una indemnización de 25 millones de dólares para el gobierno colombiano por haber ocupado el canal. El Senado rechazó tajantemente la propuesta. 

El papel tenebroso de la historiografía oficial de Panamá

El relato anterior, sencilla y breve sucesión de hechos históricos objetivos, resume la historia de Panamá de forma esclarecedora: Panamá es un caso ejemplar de cómo se crea artificialmente un estado sólo para que otra entidad, mucho más poderosa, obtenga un beneficio estratégico y económico.

Uno de los aspectos más tristes de la historia de Panamá es precisamente el papel de la historiografía “oficial”, que en lugar de aportar luz, o simplemente relatar sobriamente los hechos por todos conocidos, lo que hace es tratar de enaltecer la figura de supuestos “próceres”, que lo único que hicieron es poner su terruño a los pies de los estadounidenses, es decir, vender su pequeña patria a cambio de un beneficio personal. Destaca el caso de los dos principales maquinadores de la secesión: Jose Agustín Arango y Manuel Amador Guerrero. Cuando el congreso colombiano rechazó en 1902 acertadamente el acuerdo Herran-Hay que proponía Estados Unidos (y que era más suave, menos dañino, que el tratado Hay-Bunau-Varilla que poco después firmaría Panamá), Arango lideró la Junta Revolucionaria que conseguiría la secesión de Panamá. Después ejercerá como Ministro de Asuntos Exteriores del nuevo país títere. También es notable el caso de Manuel Amador Guerrero, estrecho colaborador de Arango en las maniobras para lograr la independencia, y que sería el primer presidente de la República títere. Guerrero ni siquiera era oriundo de Panamá, sino que había nacido cerca de Cartagena de Indias, en territorio colombiano. Fue el encargado de negociar en Estados Unidos el tratado para la construcción del canal: a la vista de la injusticia del mismo, podemos afirmar que simplemente se encargó de entregar por unos pocos dólares el principal activo de su país. 

Manuel Amador Guerrero, infausto primer presidente de la República de Panamá

Esta es la triste historia de Panamá. Esperemos que nuestros conciudadanos panameños dirijan el rumbo de su país hacia un futuro de justicia y verdad, partiendo de un entendimiento sincero de su pasado.


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