A continuación compartimos un brevísimo resumen de qué sucedió en la Guerra Filipino-Estadounidense, también llamada la conquista de Filipinas por Estados Unidos (1899-1902). Es chocante y entristecedor que muy pocos españoles conozcan que pasó en Filipinas, cómo España la perdió en 1898, y especialmente qué paso después, cómo fue sometida a sangre y fuego al dominio estadounidense. A compartir y difundir entre los conciudadanos de la Hispanidad.


EL CRIMEN:

En abril de 1898, Estados Unidos le declaró la guerra a España, lanzando así la guerra hispano-estadounidense. En agosto, cuando enfrentaba la derrota, España permitió que Estados Unidos se apoderara de Manila. Para fines de 1898, España se vio obligada a cederle a Estados Unidos sus colonias de Cuba, Guam y Puerto Rico, y le vendió las Filipinas por 20 millones de dólares.
A principios de 1899, cuando se hizo claro que Estados Unidos no tenía la menor intención de permitir que las Filipinas fuera independiente, Emilio Aguinaldo, que había dirigido la rebelión popular contra los españoles, lanzó una nueva guerra de independencia contra los imperialistas yanquis. La guerra y ocupación de las Filipinas duró de 1899 hasta 1902. Estados Unidos mandó más de 126.000 soldados estadounidenses para reprimir la rebelión popular en masa del pueblo filipino, librando guerra contra enormes sectores de la población. Según un relato: “era común ver aldeas enteras incendiadas y poblaciones enteras encarceladas en campos de concentración. No tuvieron piedad con los prisioneros filipinos, a muchos de los cuales les dispararon”.
Los ocupadores yanquis torturaron a los rebeldes, suprimieron organizaciones de obreros y campesinos, quemaron cosechas y reservas de alimentos, e hicieron ejecuciones en masa, a menudo a garrotazos o pasándoles por las bayonetas. A veces encarcelaron a los filipinos que se negaron a jurar lealtad a la bandera yanqui.
La consciente política estadounidense de llevar a cabo masacres se emitía desde la cúpula. En 1901, los soldados yanquis se desquitaron por la derrota de una de sus guarniciones en la isla de Samar, matando a todos los hombres mayores de 10 años y a muchas mujeres y niños también. Un mayor de la marina yanqui informó: “El general [Jacob] Smith me ordenó matar e incendiar, y que cuanto más yo matara e incendiara tanto más feliz se sentiría él; que no era el momento para tomar presos, y que me incumbía convertir la isla de Samar en un desierto en llamas”. Cuando el mayor le preguntó al general qué debería ser el límite de edad para matar, el general contestó: “A los mayores de 10 años”.
Se calcula que, en esta guerra yanqui de conquista, mataron a más de un millón de filipinos — en combate, y por la enfermedad y la hambruna. La barbaridad de la guerra estadounidense está grabada en las fotos de soldados yanquis encaramados sobre montones de calaveras y huesos de filipinos que habían masacrado, amontonados en fosas comunes.
Los militares yanquis torturaban, a menudo utilizando la técnica del submarino (waterboarding). El teniente estadounidense Glover Flint describió cómo torturó a 160 personas con esa técnica, y que solo 26 de ellas sobrevivieron: “Al hombre se le tumba al suelo y unos tres o cuatro hombres lo sujetan sentándose o parándose sobre sus brazos y piernas para someterlo; luego con el cañón de una pistola o un rifle o una carabina o un palo… se lo clava entre las mandíbulas que se abren a la fuerza…. En el caso de ancianos he visto que se les caen los dientes…. Lo somete y de una jarra se empieza a verter agua sobre la cara que va entrando a la garganta y a la nariz; y no se para hasta que el hombre indique algo o pierda el conocimiento. Y cuando pierde la conciencia simplemente se los hecha a un lado y se les permite recomponerse.… No hay duda alguna de que sufre muchísimo. Debe ser el sufrimiento del hombre que se está ahogando, pero que no se puede ahogar…”.
El autor Mark Twain dijo que en las Filipinas, Estados Unidos “los había enterrado; les había destruido los campos, incendiado las aldeas y dejado a la intemperie a las viudas y huérfanos; impuesto la congoja al exiliar a unas docenas de patriotas insolentes; subyugado a las decenas de millones de personas que quedaban…”.


LOS CRIMINALES:


El presidente William McKinley (mandato de 1897 a 1901) dio la orden de invadir a las Filipinas.

El general Jacob Smith, que encabezó la invasión estadounidense de las Filipinas, ya había participado en la previa masacre en Estados Unidos en 1891 de 350 hombres, mujeres y niños indígenas lakota en Wounded Knee.

El general Franklin Bell ordenó la destrucción de “seres humanos, cosechas, reservas de alimentos, animales domésticos, viviendas y barcos”.

El general Frederick Funston se jactaba abiertamente de haber ahorcado sin juicios a 35 filipinos sospechosos de apoyar a los rebeldes. El mayor Edwin Glenn informó que obligó a 47 presos filipinos a arrodillarse y “arrepentirse por sus pecados” antes de matarlos con bayonetas o a porrazos. El general William Shafter declaró que podría ser necesario matar a la mitad de la población filipina para imponer una “justicia perfecta” a la otra mitad. Según un relato, toda la fuerza militar estadounidense consideraba cualquier resistencia filipina a la ocupación yanqui como “un insulto a la identidad blanca y al ser blanco”.

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