PERÚ NUNCA SE QUISO INDEPENDIZAR
Situémonos en 1821.
La práctica totalidad de la América Española hace ya 11 años que ha proclamado su independencia.
Toda, salvo el Virreinato del Perú, que permanece fiel a España, ya que no existe corriente emancipadora alguna y goza de la calidad de vida más alta del mundo.
Lima, su capital, es una de las mayores urbes del planeta y cuenta con los mayores adelantos.
La renta per cápita del peruano es muy superior a la de un estadounidense, ingles, francés o español peninsular.
Tiene que llegar un extranjero, San Martín, para proclamar la independencia.
Una independencia impuesta y en contra de la voluntad de los peruanos.
¿Por qué San Martín, un extranjero, tiene que interferir en las decisiones de un pueblo que no es el suyo?
La verdad, en contra de la historia oficial fabricada por las oligarquías, es que San Martín se limitó a cumplir las órdenes dictadas por Inglaterra a través del Plan Maitland para destruir el Imperio Español de América.
El plan fue diseñado por el General Thomas Maitland después de que Inglaterra perdiera sus trece colonias de norteamérica y necesitase de nuevos territorios que le suministrasen de materias primas para su industria así como otros tesoros.
Consistía literalmente en:
Tomar Buenos Aires (San Martín lo hizo), asentarse en Mendoza (San Martín lo hizo), cruzar los Andes y emancipar Chile (San Martín lo hizo).
Mas tarde, a bordo de una flota, dirigirse hacia Perú y Quito para liberarlos (San Martín también lo hizo).
El mito San Martín y con él la independencia de América Española se nos acaba de caer.
Aquel brillante oficial del Ejército Español, condecorado con las más altas distinciones por su heroicidad en la primera batalla que Napoleón pierde, Bailén, y al que aguardaba un futuro esplendoroso, se nos convirtió en un traidor a España y América al convertirse en un agente británico para que Inglaterra esquilmara Hispano América durante décadas.
La flota libertadora que partió de Valparaiso hacia Perú estaba formada por buques ingleses a los cuales se les cambió el nombre.
Lo mismo que, para disimular la operación, se le cambió el nombre a su comandante, el Almirante Lord Thomas Alexander Cochrane, quien pasó a llamarse Tomás Alejandro Cochran.
A todos los oficiales ingleses que participaron en las campañas de América, que fueron cientos, se les hispanizó el nombre.
Tras la proclamación de la independencia de Perú, el 28 de julio de 1821, el tesoro que albergaba la Real Hacienda de Lima -o lo que es lo mismo, el Banco Central del Perú- fue desvalijado por San Martín y embarcado en la flota de Cochrane anclada en el puerto de El Callao, quien partiría con ella hacia Londres portando la cuantiosa suma de 40 toneladas de oro.
No era novedoso tal acto; lo mismo había ocurrido en Buenos Aires, Bogotá, Guatemala y México.
Todas las Reales Haciendas fueron saqueadas y sus tesoros enviados a Londres.
Así fue como los ricos Virreinatos y Capitanías Generales pasaron a ser Repúblicas pobres.
Inglaterra pasó a ser su nuevo amo; sí, les dejó tener una bandera y un himno, pero les impuso la libra esterlina como moneda obligatoria y se hizo con el monopolio del comercio.
Nacía el neocolonialismo.
La proclamación de la independencia de Perú impuesta por San Martín hizo que la población peruana se rebelase y se enfrentase a su ejército invasor.
Los indios y mestizos peruanos se alistaron por miles en los Reales Ejércitos del Perú, en los que destacaron brillantes oficiales indios como el Coronel Dionisio Inca Yupanqui o el General Antonio Navala Huachaca, quien seguiría combatiendo hasta más de 25 años después de proclamada la independencia.
En la Batalla de Ayacucho, en la que estuvo presente el General Navala Huachaca, el Ejército Realista estaba compuesto de unos 9.000 hombres, de los cuales sólo unos 500 eran españoles peninsulares; 6.000 eran peruanos -indios y mestizos mayoritariamente- y el resto eran indios llegados desde Salta y Chiloé.
El Ejército Patriota, por contra, estaba formado por un puñado de criollos peruanos, argentinos, chilenos, grancolombianos y varios miles de mercenarios europeos pagados por Inglaterra.
Perú fue el Irak del siglo 19.
No existía el petróleo, pero sí el oro y otras riquezas.
No había armas de destrucción masiva, pero sí una ficticia independencia.
Lo que sí existía, como siempre ha existido, son los traidores y especuladores.
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