(En construcción).
Apartados del capítulo 1
- La importancia de la historia
- La oligarquía anglosajona, una estructura de poder autoreflexiva.
- La inercia histórica
- Modus operandi: La piratería
- Modus operandi: La dominación de la india
- Modus operandi: Las guerras del opio
- Modus operandi: Cecil Rhodes
- Modus operandi: Rothschild
- La ideología utilitarista británica: el destino manifiesto
- La ideología utilitarista británica: iglesia nacional versus valores del catolicismo
- La ideología utilitarista británica: la propaganda
- La ideología utilitarista británica: el botín comercial
- La ideología utilitarista británica: los tipos de hombres
La importancia de la historia
Comienza su libro “La involución hispanoamericana” el historiador D. Julio Carlos González diciendo que la historia “además de ser saber de lo acontecido, es prognosis de futuro y su falsificación es el camino que conduce al fracaso y destrucción en las naciones”. Ningún ejemplo mejor de falsificación que el de la historia de la Hispanidad, y de cómo su desmembramiento en 20 países está asentado en la ocultación, la interpretación torticera y la mentira. Cuando soplamos el polvo de la historia y de la mentira y contemplamos las realidades palpables de los hechos históricos, a menudo la verdad deslumbra, fascina. La realidad de la Hispanidad fue ejemplo de unidad, grandeza, riqueza, brillantez. Si así fue ¿por qué nuestro presente no lo es?
La historia nos permite entender los rasgos de carácter de la acción de las naciones, de los pueblos. Al igual que en la psicología individual, las inercias colectivas, los hábitos de las naciones pueden ser corregidos a través de la reflexión de la élite intelectual, del asentamiento de creencias a través de la educación y los medios de comunicación y finalmente por la acción política. Este libro busca ser una herramienta de autoconocimiento y autoreflexión de las sociedades de la Hispanidad, que asiente sobre una parte de nuestros conciudadanos el conocimiento de los sucesos relevantes y la interpretación lógica, racional y bienintencionada de los mismos para que podamos construir el presente de unidad, hermandad en la diversidad, humanismo cristiano y bienestar social que siempre ha sido el rasgo distintivo de nuestra historia.
La élite anglosajona, una estructura de poder autoreflexiva
En el ecosistema salvaje de la política internacional, en la interminable lucha de poder de unas naciones contra otras, el conocimiento de la historia de los vecinos y los rivales es tan importante como el de la historia de nuestra propia nación. La influencia de vecinos y rivales no sólo en los momentos álgidos de su poder individual, sino a lo largo del tiempo es determinante para interpretar los hechos históricos. Entender sus inercias históricas, sus hábitos, sus creencias sociales es indispensable para interpretar la foto histórica actual. Esto es aún más necesario si el vecino y después rival se ha convertido en el dominador del mundo durante los últimos 200 años, como es el caso de Gran Bretaña, y de su hijo díscolo los Estados Unidos.
Desde el siglo XVIII se denomina peyorativamente a Inglaterra como “la Pérfida Albión”. Incluso este apodo despectivo reconoce una virtud: la perfidia, la malicia, la capacidad inteligente para la intriga y para generar odiosos males a sus enemigos. Es justo reconocer que esto ha sido así al menos durante los últimos siglos. Si en algo destaca Gran Bretaña al menos desde el reinado de Isabel I es en su capacidad de ser un poder autorreflexivo, es decir un ente político que razona, aprende y asimila con mayor velocidad que sus rivales acerca de cuáles son las fuentes de las que brota su poder, las razones que acrecientan su poder. Esta capacidad de reflexión y de adaptación ágil y sin frenos, en especial sin cortapisas morales de ningún tipo, en busca de maximizar su poder, es seguramente la principal diferencia con respecto a todos los que han sido sus rivales en los últimos 500 años.
Decía Ortega y Gasset el filósofo español del siglo XX que Inglaterra era la nación más utilitarista de la historia. No es completamente acertada esta apreciación, pero contribuye a entender cómo las élites que han regido Gran Bretaña han conseguido encaminar, orientar todos los estamentos, todos los grupos sociales, todas las instituciones relevantes de su sociedad para acrecentar el poder de la nación frente al mundo.
Haciendo un repaso rápido vemos cómo Gran Bretaña ha conseguido modelar, encaminar, reconducir las principales instituciones y grupos sociales en la dirección de reforzar el poder nacional:
La iglesia: Enrique VIII de Inglaterra firma en 1534 el acta de supremacía, rompe definitivamente con la Iglesia católica y crea la Iglesia Anglicana. Es una iglesia de carácter nacional en la que la cabeza de la Iglesia es la propia monarquía. Se borra el papel de moderador moral que en otras sociedades ejerce el clero. Se asegura así también plena uniformidad y máximo control e influencia sobre las creencias políticas de la sociedad inglesa.
Las colonia:. Desde un primer momento se interpretan las colonias, aunque sean habitadas mayoritariamente por colonos ingleses, como una fuente de tributos sin representatividad. Esta completa carencia de influencia sobre la metrópoli es la razón de la independencia de los Estados Unidos, 40 años antes de la explosión de la Hispanidad, y por motivos bien diferentes.
El comercio. Se interpreta como una fuente de enriquecimiento unilateral. La visión hacia las rutas comerciales no es la de abrir nuevas rutas para beneficio bilateral sino la de apropiarse de oportunidades de enriquecimiento ventajista a través del comercio. Si es necesario, se apoyarán en la fuerza de las armas para tomar el control de rutas comerciales ya existentes. Esta fusión de intereses militares y comerciales se verá perfectamente reflejada en la Compañía de las Indias Orientales, que contará con su propio ejército e incluso asumirá el desarrollo de armamento, como la fragata Némesis, primer barco de guerra a vapor transoceánico. Es simplemente la codicia lo que subyace a la estrategia de control de las grandes rutas comerciales asiáticas, y lo que les lleva a imponerse sobre las dos grandes potencias comerciales orientales: la dominación de la India en el siglo XVIII y las guerras del opio con China en el XIX.
La industrialización. Gran Bretaña aprende con rapidez las implicaciones estratégicas de la industrialización, y cómo puede contribuir a subyugar veládamente al resto de las naciones. Son dos las vías para ello: la industrialización de la producción comercial y la industrialización de la producción de armamento. La élite británica buscará constantemente la inundación de mercados con sus manufacturas más baratas gracias a la mecanización y a las economías de escala. Si para ello es conveniente el uso de la fuerza, no dudarán en hacerlo, aunque preferirán apoyarse en estratagemas para forzar la eliminación voluntaria de las habituales fronteras comerciales. Para ello, utilizarán desde la propaganada, difundiendo la ideología del librecambismo, hasta la cooptación, influyendo sobre las personas clave, capaces de tomar las decisiones. Por otro lado, la industrialización inglesa además conlleva el beneficio añadido de incrementar de forma diferencial la capacidad ofensiva de sus ejércitos, por lo que fomentarán la desindustrialización de naciones rivales para imperar.
La universidad. Aprenderán de la capacidad de las cátedras para extender las ideas que convienen a su estrategia de acrecentamiento del poder nacional. Es el caso de Adam Smith y la redacción por encargo del libro “La riqueza de las naciones”, que no es nada más que un habilidoso engaño a favor del libre cambio para favorecer la apertura voluntaria e irreflexiva de las fronteras nacionales a las mercaderías inglesas.
Las finanzas. El núcleo de poder inglés aprende también de la capacidad del endeudamiento para subordinar a las naciones rivales. La unidad de acción de las grandes familias de financieros desde el siglo XVIII con la corona británica, en especial desde el advenimiento de la casa de Hannover en 1714, muy ligada el fenómeno naciente de las sociedades secretas, es absoluta: Rothschild, Sassoon,…. Prácticamente todas las nuevas naciones resultado de la explosión de la Hispanidad inicios del siglo XIX nacieron ya subyugadas por la trampa de la deuda externa al contraer préstamos cuantiosos con la banca inglesa.
Servicios secretos. Se atribuye al consejero de la reina Isabel primera sir Francis Walsingham la creación de los primeros servicios secretos de la historia. Aprendieron de su utilidad al conseguir anular la conspiración de María Estuardo contra la propia reina Isabel. Ya desde entonces son una parte sustancial de la actividad de la diplomacia inglesa, bajo la cobertura de la estructura oficial del ministerio de asuntos exteriores con las otras naciones. Su actividad explota a partir del siglo XVIII, y la revolución francesa, organizando incluso atentados contra Napoleon. Mucho antes que otras naciones, en 1909 conformarán oficialmente el MI5.
Propaganda. Las élites de las naciones protestantes, al contrario que las que permanecieron fieles al papado, tuvieron forzosamente que aprender de la importancia de la propaganda, ya que la mera supervivencia de sus reinados, dependía de conseguir extender y asentar unas creencias concretas entre su población, algo a lo que ya se podía aspirar haciendo un uso innovador e inteligente de la imprenta, inventada pocas décadas antes. Las élites políticas de la Contrarreforma, por el contrario, que habían delegado la formación ideológica de sus sociedades en la Iglesia, no tomaron conciencia de la eficacia de la propaganda para unificar el pensamiento del cuerpo social, ni aprendieron las técnicas para ejecutarla o enfrentar la propaganda enemiga de forma efectiva. Fue especialmente eficaz ya desde los inicios la acción conjunta de la propaganda con el apoyo de la Universidad, como es el caso de la Universidad de Wittenberg, fundada por el principe Federico III de Sajonia, que dará cobijo al Lutero excomulgado y actuará como altavoz de su propaganda anticatólica.
Las sociedades secretas. La corona inglesa ha sido la única capaz de fusionar sus intereses de forma completa con los de la masonería, ya desde el nacimiento de las mismas a principios del siglo XVIII. Probablemente esto se deba a que el ascenso de la casa de Hannover al trono inglés en 1714 vino auspiciado por ellas. Las sociedades secretas de obediencia inglesa actuarán como una eficaz correa de transmisión del imperialismo inglés ya desde comienzos del XVIII. Un ejemplo claro es la rapidísima expansión de las logias por la India a medida que esta es dominada por los británicos, a mediados del siglo XVIII.
Cómo vemos prácticamente no hay resquicio para que ningún estamento o institución vuele solo, vaya por libre. Todos, de alguna forma, han sido orientados, canalizados para contribuir al crecimiento del poder nacional. Es posible que la insularidad de Gran Bretaña haya jugado un papel relevante para disponer del tiempo suficiente para que se asiente, se decante esta polarización de toda la sociedad, de todos los cuerpos sociales. El resto de naciones europeas, potenciales rivales de Inglaterra, antes o después han sufrido en su propio territorio la agresión directa, la invasión de parte o de todo su territorio. Este tipo de catástrofes políticas supone un barrido absoluto, un borrón y cuenta nueva,un reseteo completo, desde el que volver a empezar a construir las relaciones entre las distintas instituciones y estamentos, entre las élites sobre las que se asienta el poder real de una nación. En España por ejemplo estos reseteos políticos sucedieron a consecuencia de la Guerra de sucesión de 1701-1713, 12 años de tremendo debilitamiento, y más adelante por la invasión napoleónica, ambos sucesos sumamente traumáticos. En Francia con la revolución francesa de 1789 o la guerra francoprusiana de 1870. Inglaterra se vió libre de sucesos semejantes en los últimos 500 años, más allá de las guerras civiles del siglo XVII, que comparativamente tuvieron un impacto mucho menor. Probablemente, esa estabilidad social derivada de la insularidad sea también el motivo por el que recuerden con tanta intensidad y tanto temor los escasos hechos históricos de relativamente poca trascendencia que amenazaron con romperla, cómo fue la formación de la Armada invencible en 1588.
El modus operandi de la élite anglosajona: la piratería
Traemos a colación el caso de cómo decidió manejar la élite anglosajona el fenómeno de la piratería porque resulta enormemente esclarecedor y significativo. En tiempos del reinado de Isabel I de Inglaterra (1559-1603) Inglaterra es un país pobre, y juega un papel claramente inferior en el concierto internacional al de las potencias rivales, como España o Francia. En este marco de debilidad relativa la reina Isabel toma hacia 1560 la decisión de favorecer el desarrollo de piratas, que protegidos por la corona, asalten los barcos y las costas españolas. Eran los llamados “perros del mar”, cobijados por la “reina pirata”, como acabaría llamándola Felipe II, una vez hubiera desvelado las continuas falsedades de incontables misivas en las que ella alegaba que sus corsarios actuaban sin su conocimiento y contra su voluntad. No se trató sólo una decisión anecdótica o llamativa, sino que fue el inicio de una verdadera estrategia nacional de agresión maliciosa e indigna, especialmente para los estándares de la época.
Los antes piratas y traficantes de esclavos, serán en adelante corsarios al servicio de la corona británica gracias a las patentes de corso. Sus acciones serán igual de despreciables. A menudo no sólo robarán el botín, sino que en el caso de que el barco abordado fuera de su interés, dejarán a la tripulación en botes a la deriva a la espera de una muerte segura. Los asesinos más destacados, más perversos gozarán del reconocimiento de ser nombrados caballeros (“Sir”) por la reina Isabel. Destacan de entre los así agraciados dos, Francis Drake y Walter Raileigh. Cada uno de ellos representa bien a una tipología diferente de “perros del mar”.
Francis Drake es un asesino y además buen marinero, para los cánones ingleses de la época. Es capaz de decapitar a marineros de su tripulación porque le hacen sombra o abandonar a niñas esclavas embarazadas en islas desconocidas, después de que hubieran servido a su tripulación. En Inglaterra se festeja su nombre por ser el primer inglés en cruzar el estrecho de Magallanes en 1578, casi 60 años después de que lo hiciera la expedición española de Magallanes y Elcano en 1520, además de varios otros marineros españoles entre tanto. Esta osadía le permitió atacar por sorpresa galeones españoles en el Pacífico, el llamado “mar español”, y robar suculentos botines. Cuando llegó a Londres con el cargamento depredado a los españoles, fue recibido en la corte como un héroe nacional. El cargamento de oro y plata robados fue repartido proporcionalmente entre la corona y Drake. Drake obtuvo 10.000 libras, y el resto fue para la reina, como beneficio proporcional a la financiación de la expedición. El botín que se embolsó la corona bastó para pagar toda la deuda externa contraída hasta entonces por el reino de Inglaterra. La piratería se convertiría así en una de las principales y más prósperas industrias nacionales de la Inglaterra del siglo XVI. Es curioso poner en justo contraste el hecho de que mientras que los Reyes Católicos o Carlos I habían financiado expediciones como la de Colón o Magallanes, expediciones para explorar, colonizar, la corona británica financiaba expediciones para la rapiña y el saqueo.
En reconocimiento de su repugnante hazaña, Drake sería nombrado Sir por la “reina pirata”. No todos los ingleses de la élite gobernante permanecían indiferentes ante tal inmoralidad. Algunos, como Lord Burghley, miembro del consejo de la reina, sostenían que no debería aceptarse el oro así depredado. Pero tras estos resultados la estrategia de pillaje fue a más. El paso siguiente fue el asalto de Drake en 1587 al puerto de Cádiz. Pese a que la reina Isabel trató de nuevo de engañar a Felipe II haciéndole creer que había sido obra de piratas descontrolados, la respuesta de España fue inequívoca: la preparación del asalto de la “armada invencible” en 1588.
Drake moriría pese a sus riquezas como un pirata más, como un “perro del mar”, de disentería en el Caribe, días después de intentar asaltar el castillo de El Morro de Puerto Rico, y de que una bala de un cañón del fuerte español arrasara el puente de mando de su buque insignia.
Walter Raleigh representa un prototipo de corsario totalmente diferente. No era un hombre de mar, sino un militar refinado, que destacó por su eficacia y crueldad en la dominación de Irlanda. Posteriormente se convertirá en una especie de gran empresario de la piratería, en el gran financiador de las expediciones piratas. Era un hombre elegante y distinguido, que sabía moverse a la perfección en la corte, y que galanteba con la propia reina. Los botines robados por sus expediciones a los españoles le hacen el hombre más rico e influyente de todo Londres. En agradecimiento por sus servicios es nombrado Sir y la reina le cede monopolios sobre el comercio del vino en inglaterra, lo que le hace aún más rico. Difunde a través de libros y acciones propagandísticas la ilusión de una tierra de promisión en América. Consigue la autorización de la reina para establecer una colonia en América del Norte, que él espera utilizar como base de ataque pirata a los barcos españoles. Consigue convencer a 300 ingleses para que participen en una expedición de colonización. Llegó está a la isla de Roanoke en 1584. La implantación de la colonia fracasó y un año después los escasos supervivientes volvieron a Inglaterra. De nuevo, sorprende constatar cómo casi 100 años después del descubrimiento y el asentamiento con éxito de los españoles en América, que ya llevaban muchas décadas fundando cientos y cientos de ciudades, construyendo universidades, catedrales, o rigiendo instituciones como cecas, cabildos, etcétera los ingleses fueran incapaces de asentar siquiera una pequeña colonia.
La infinita ambición de Raleigh le llevará a cuestionar el poder real y le hará caer en desgracia en la corte primero con la reina Isabel y después con su sucesor Jacobo I. Pasará 14 años encarcelado, y finalmente, incapaz de refrenar su tendencia a la intriga, será descubierto. La cabeza de este “perro del mar” rodará, esta vez decapitada. La corona que antes le protegia, le ajustició cuando lo consideró una amenaza, igual que hacía el pirata Drake con sus marineros en alta mar.
El caso de la piratería es un excelente ejemplo de cómo la élite anglosajona incrementa su poder nacional, sin reparar en frenos morales, iniciando la agresión, integrando nuevos elementos al núcleo oligárquico, con pleno foco en el botín económico y encubriendo la acción con humo propagandístico. En este caso, la corona inglesa busca aprovechar la acción de un grupo social marginal, los piratas, y lo alinea con su estrategia de incremento del poder nacional, independientemente de cualquier consideración ética. La corona ensalza a este gremio vil, comparte botín con ellos e incluso los enaltece nombrándoles “caballeros”. La corona, y su consejo, entre los que se encuentran los incipientes servicios secretos, configura también en torno a esta actividad un grupo de empresarios o comerciantes de la piratería, los financiadores de las expediciones de corsarios, a quienes incluso incorpora al consejo de la corona. Por último, la corona disfraza una estrategia militar indigna, especialmente para los cánones de la época, al ennoblecer a los propios piratas con títulos y protegerlos con sus cartas falaces, en las que niega responsabilidad y capacidad de control sobre la actividad pirata, lo que inevitablemente emponzoñó la relación entre Inglaterra y España.
El modus operandi de la élite anglosajona: las guerras del opio
El otro suceso histórico que revela con crudeza la forma de operar de la élite anglosajona son las guerras del opio. Para los ciudadanos de la Hispanidad el caso de China encierra una lección a la que prestar especial atención: China también sucumbió de forma trágica, como la Hispanidad, a manos de la intriga anglosajona, pasó por un larguisimo periodo de humillación y sufrimiento, pero desde finales del siglo XX ha sabido resurgir.
Las dos guerras del opio de Gran Bretaña contra China sucedieron de 1839 a 1842 y de 1856 a 1860. Los británicos inician estas guerras con el objetivo de frenar el fortísimo déficit comercial que sufrían frente a China. Los ingleses ansiaban sus porcelanas, sus sedas, su té, pero carecían de productos demandados por los chinos para ofrecer a cambio. Gran Bretaña inicia la guerra para frenar la pérdida de reservas de plata, subordinar la economía china y apropiarse de sus riquezas. Las brutales consecuencias del conflicto darán lugar a lo que los chinos han denominado “el siglo de la vergüenza y la humillación”.
Uno de los aspectos destacados del modus operandi durante las guerras del opio es la participación de dos nuevos elementos en el núcleo de dominación internacional de la élite anglosajona: la masonería y la compañía de las indias orientales.
La dominación británica de la India había comenzado 100 años antes. Desde entonces, la masonería se extiende por India con rapidez. La unidad de intereses entre las logias masónicas y la compañía de las indias orientales es absoluta. La compañía era el órgano comercial y militar de dominación de la india: contaba con ejército propio, regulaba todo el comercio ventajista británico, regulaba los impuestos, imponía a los campesinos los cultivos que debían trabajar… La gran mayoría de los miembros de las logias eran comerciantes ingleses o administradores de la compañía de las indias orientales. Los comerciantes masones ven en el opio una vía de enriquecimiento rápido, y así fuerzan a la población local a través de la compañía a sustituir el cultivo de arroz y otros alimentos por opio. Esto traerá la famosa gran hambruna de Bengala de 1770, que causó cerca de 10 millones de muertos, el 25% de la población de Bengala. La masonería y la compañía de las indias orientales promueven el cultivo y el comercio del opio, y desbaratan facilitando el contrabando cualquier intento de las autoridades chinas para frenarlo. En la década de 1830 finalmente China decide actuar con firmeza, y el emperador nombra a Lin Hse Tsu como alto comisionado para acabar con el tráfico de opio. Lin remitirá en 1839 una carta a la reina Victoria pidiéndole respeto hacia las reglas del comercio internacional y que no comerciara con una droga como el opio. La corona británica hizo caso omiso. Las logias, la compañía, la corona, fuerzan la intervención militar.
La superioridad tecnológica militar de Inglaterra consiguió que en la primera guerra del opio una armada de menos de 40 barcos pudieran imponerse al ejército de más de doscientos mil hombres movilizados por China. Inglaterra disponía de los primeros buques transoceánicos de hierro a vapor y su superioridad frente a los barcos de juncos chinos era aplastante. Menos de 100 ingleses murieron en la primera de las guerras frente a más de 5000 chinos.
La fragata Némesis ejemplifica esa superioridad militar británica. Construida con la máxima reserva en 1839 por el comité secreto de la compañía de las Indias orientales junto con otros cinco barcos de similares características fue el primer barco de hierro de guerra transoceánico. Estaba impulsado por dos motores de vapor. La fragata Némesis ejemplifica cómo la élite anglosajona aprovecha el desarrollo industrial inglés para construir herramientas efectivas de subordinación violenta de otras sociedades, sin reparar en frenos morales, y como esa dominación se perpetúa a través de los flujos económicos ventajistas.
Las consecuencias de la derrota fueron funestas para China la abocaría a un siglo de fuerte sufrimiento y decadencia. En el tratado de Nanking, Gran Bretaña se asegura la posesión de HK, la apertura al comercio de otros 5 puertos, la invasión de sus mercancías por toda China libres de aranceles… A los ciudadanos de la Hispanidad nos suenan estan condiciones. SOn muy parecidas a las de los tratados llamados de libre comercio, 5 tratados que se firmaron con las inocentes naciones recien nacidas.En China, además de la extensión de la drogadicción al opio entre la población sobrevino una fuerte crisis económica consecuencia del enorme déficit comercial derivado de los alterados nuevos flujos económicos con Inglaterra. Ahora los chinos perdían sus reservas de plata, lo que causó una brutal crisis monetaria. El cambio entre las monedas de plata y las de cobre de menor valía colapsó. El gobierno se vio obligado a subir impuestos. Las clases bajas como los campesinos se endeudaron, hasta que no pudieron más y terminaron dejando de cultivar la tierra. Muchos artesanos y fabricantes de mercaderías se arruinaron al no poder competir con las manufacturas inglesas que circulaban libremente, más baratas por las enormes economías de escala y la industrialización. Las supuestas bondades del “libre comercio” trajeron una ruina de tal calibre que se desencadenaron hambrunas.
Esta situación de enorme malestar social duraría casi un siglo, y está detrás de los principales sucesos históricos de China durante las siguientes décadas, bien sea la revolucion Taiping en 1850, el levantamiento de los boxers en 1899, etc