Cuando en 1636 se fundó la Universidad de Harvard en la colonia inglesa de Massachusetts, la primera institución universitaria en Norteamérica, ya había diez en la América española. Portugal nunca fundó una en Brasil. Tampoco lo hicieron Francia y Holanda. La gran diferencia entre el modelo colonial español y el resto es que nuestro país tuvo una idea de sistema educativo completo y europeo para los nativos, los criollos y los españoles que habitaban esas tierras. Ese modelo se basó en el establecido por Alfonso X el Sabio, quien inició el derecho universitario español en una de las Siete Partidas estableciendo distintos niveles de estudios. Así aparecieron Universidades Generales, Oficiales o Mayores, y particulares, privadas o menores. Las universidades fundadas en América siguieron el modelo de las españolas bajo el patronato real y las órdenes religiosas, como las de Salamanca (1218), Valladolid (1241) y Alcalá de Henares (1499). De esta manera, hubo facultades mayores donde se estudiaba Derecho, Teología y Medicina, y menores, dedicadas a las artes y a la Filosofía. Algunas universidades tenían cátedra de lengua indígena ya que era obligatorio para los religiosos que ejercían la enseñanza en las Indias.
La reglamentación de los estudios y el difícil acceso a la docencia convirtieron a aquellas Universidades en centro de formación e investigación tan importantes como los europeos. La primera universidad se fundó en Santo Domingo el año 1538. Fue la Real y Pontificia Universidad de Santo Tomás de Aquino, clausurada en 1824, tres años después de la independencia. La última fue la Real Universidad de Guadalajara, en México, en 1792. En total fueron 23 universidades, creadas entre el siglo XVI y el XVIII. Además, en Filipinas se crearon otras dos.
Entre todas las enseñanzas pioneras que se impartieron en esas universidades en comparación con las creadas por Reino Unido en Norteamérica, destacó la medicina. Mientras en otros modelos coloniales era una enseñanza clínica, por la práctica, en la América española los estudios estaban reglados y equiparados a los que se realizaban en la metrópoli.
La cátedra de educación médica fue la de Prima de Medicina creada por Alfonso X en 1252 en la Universidad de Salamanca, que dio lugar a las Vísperas, Método y Anatomía. Ese sistema se llevó a las Indias, donde permitió la construcción de una red de hospitales desde fecha muy temprana. Los Reyes Católicos encomendaron en 1503 a Nicolás de Ovando, gobernador de La Española (República de Santo Domingo en la actualidad) «construir un hospital en cada pueblo» donde se «acojan y curen así los cristianos como los indios».
Esa sensibilidad hacia los nativos no era solo el resultado de la fe religiosa, sino del auge de la cultura y ciencia españolas en el siglo XVI. El resultado fue que entre 1500 y 1550 se crearon 25 grandes hospitales, y muchos más pequeños. Ese crecimiento convirtió la profesión médica en América como algo atractivo, pero que necesitaba una regulación para evitar el intrusismo y los chamanes.
Así, en 1563 se exigió que para ejercer la medicina en América se tuviera el título universitario y, además, dos años de prácticas, como ahora. Siete años después ya existía el Protomedicato; es decir, que los americanos podían graduarse en sus universidades y ejercer. Las cátedras de medicina proliferaron entonces en las Universidades Mayores, convirtiendo a sus ciudades en lugar de progreso y generación de una burguesía.
Una de las características de la medicina en la América española fue la diferencia entre médicos y cirujanos, ya que los primeros eran españoles y criollos, mientras que los segundos eran indios y pardos (hijos de indio y negra). Carlos II estableció en 1698 la limpieza de sangre para ingresar a la Universidad, pero en la práctica no funcionó porque las certificaciones de limpieza se compraban fácilmente.
Sin distinción racial
Felipe V no permitió la distinción racial que exigieron los médicos de Lima, quienes querían que se negase a los mulatos obtener el grado académico. Las disputas entre médicos fueron habituales, utilizando el aspecto racial para la discriminación mutua. Esto no impidió que José Manuel Valdés, “pardo”, e Hipólito Unanue, criollo, alcanzaran el rango de médicos de cámara.
México y Cuba fueron las dos colonias donde se crearon más hospitales. Tan solo en el siglo XVI se levantaron 210 instituciones hospitalarias en Nueva España, mientras que en Cuba, en la que se volcó la metrópoli de forma tardía, se construyeron 135 en el siglo XIX. Durante esos quinientos años no importó el número de población, sino su disgregación y el servicio sanitario; de hecho existieron estudios médicos sin estudiantes en Guatemala, por ejemplo, y recursos hospitalarios en todo el territorio.
Las cifras no engañan. 150.000 licenciados salieron de las universidades españolas en América desde el siglo XVI hasta la independencia de las colonias. A finales del siglo XVI entraron en Nueva España alrededor de 30.000 libros. El estudio de las ciencias, letras y artes que llevaron aquellas universidades colocaron a la Ciudad de México y a Lima a nivel europeo. El resultado es que España creó más bienes culturales reconocidos como Patrimonio de la Humanidad, más ciencia y desarrollo económico y social en su imperio que ningún otro país europeo de las edades moderna y contemporánea